Últimamente hemos tenido mucho cuidado a la hora de seleccionar los vinos de la D. O. Ribera del Duero que bebíamos, porque ya sabéis el refrán... Cría fama y échate a dormir. Pues eso es lo que está pasando a muchas bodegas de esa zona, que con solo poner la contraetiqueta lo tienen todo hecho y es un craso error ya que el consumidor no es tonto y cada día sabe y exige más a los vinos por los que desembolsa, en muchos casos, una notable cantidad de euros. Pero en este caso, y debido a nuestro minucioso estudio de las bodegas de la zona, el vino que os traemos he sido todo un acierto.
Si algún día circuláis por la A-1 a la altura del Km. 170 (Gumiel de Izán -Burgos-) podéis contemplar en el margen de la carretera esta preciosa bodega y, por su puesto, parar a degustar sus excepcionales elaboraciones.
Este estupendo brebaje está elaborado por Bodegas Imperiales. En el año 1998 un grupo de empresarios y viticultures, todos ellos
vinculados a la Ribera del Duero, afrontan a fundación de Bodegas
Imperiales.
Desde su fundación Bodegas Imperiales ha realizado una decidida apuesta
por la calidad. Vinos de alta calidad que reflejen las características
de nuestro suelo y de las variedades autóctonas de nuestra tierra por lo cual ha recibido innmerables premios.
Abadía de San Quirce, elabora este vino que os presentamos y dos más que tenemos en la recámara para próximas ocasiones, un crianza (de 14 meses de barrica) y un reserva (con 18 meses de barrica). Además de su preciado Finca Helena y un verdejo.
Es un vino elaborado en su totalidad con la tan exquisita variedad de Tempranillo que en España sabemos tratar tan bien, criada durante 6 meses en barrica de roble y el resto de su maduración, hasta su puesta en el mercado, en botella.
A la vista se presenta como un color tojo picota, de capa media-alta y ribete con recuerdos violáceos. Lágrima muy densa y glicérica. Estos calificativos a barrica llena le pone a funcionar las glándulas salivares, están muy en nuestra línea.
En nariz, al agitar la copa fluyen aromas de frutas negras, especias, toque mineral, ligeros tostados y algo de cacao. ¡Casi nada, toda una delicia!
Pero donde un vino debe expresar todo su poderío y calidad es, obviamente, en boca. Pues bien Abadía de San Quirce 6 meses... No falla.
Entrada noble, agradable, abocado con la acidez justa, vuelve a aparecer la fruta negra (moritas y arándanos) todo ello culminado con un final algo astringente pero sin molestar (algo normal en un vino de 6 meses de roble) que con la aireación se va mitigando y empiezan a venir recuerdos minerales. Fianl largo, muy muy largo.
¡Todo un espectáculo de vino! Por todo ello creemos que es bien merecedor de 85 BLL. Ojalá todo en el Ribera del Duero se hiciera así.
Barrica Llena
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